La actividad física considerada más
saludable es aquella denominada aeróbica, que se produce con una intensidad
moderada, la frecuencia debería ser diaria, con intervención de todos los
grupos musculares y de una duración aproximada de unos 30 minutos.
De forma específica en la infancia y en
la adolescencia, la práctica de actividad física de calidad estimula el
desarrollo físico, cognitivo y social de los jóvenes y crea hábitos de práctica
física saludables. La actividad física constituye un elemento
fundamental en el crecimiento de los jóvenes. Así, en las primeras etapas del
desarrollo, la actividad física juega un papel importante en el desarrollo
físico, social y cognitivo de los jóvenes. Todo tipo de
actividad física ya sea el juego informal, la educación física, los deportes,
etc., contribuyen al enriquecimiento motor de los jóvenes practicantes.
Tal y como indica Malina y Bouchard
(1991) la práctica de actividad física incrementa los niveles de fuerza muscular,
de flexibilidad, equilibrio y de coordinación en los jóvenes. Este aspecto
beneficia la disminución del riesgo de lesiones en la edad adulta. Además, un
estilo de vida físicamente activo, implica otros beneficios directos e
indirectos en los jóvenes:
- previene
el sobrepeso y la obesidad.
- contribuye
al desarrollo y la consolidación del aparato locomotor (huesos,
articulaciones, tejido muscular, etc.).
- incrementa
la eficiencia del aparato cardiovascular.
- incrementa
los niveles de autoestima y salud psicológica.
- crea hábitos de práctica que tal vez continúen en la edad adulta.
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